Los efectos del cambio climático afectan a todos los países y rincones del mundo aunque impactarán de forma distinta según las regiones, generaciones, oportunidades socioeconómicas de determinados grupos, sus ocupaciones y su género. Sí. Los efectos del cambio climático afectarán de manera distinta a los hombres que a las mujeres; estudios demuestran que el impacto de estos cambios en el planeta tendrá un efecto diferenciado según el género y ocupación de las personas. Generalmente son las mujeres en situaciones de pobreza las que se encuentran bajo los mayores riesgos y cargas para enfrentar los desafíos que suponen el calentamiento global, las sequías, el incremento de los niveles de los mares y océanos, la aparición de nuevas epidemias, los desastres naturales, la deforestación, la desertificación…
Cabe recordar que la mayoría de la población que se encuentra bajo estado de pobreza son mujeres. El informe de ONU Mujeres del febrero del 2018 contabilizaba la existencia de 4,4 millones más de mujeres que viven en la extrema pobreza en comparación con los hombres. El 60% de las 1.300 millones de personas en el mundo que habitan en países en vías de desarrollo y que viven por debajo del umbral de la pobreza son mujeres. Asimismo, la participación desigual de las mujeres en los procesos de toma de decisiones y en los mercados laborales agrava las desigualdades y, a menudo, impide que las mujeres contribuyan plenamente a la planificación, la formulación de políticas y la implementación relacionadas con el clima.
El 60% de las 1.300 millones de personas en el mundo que habitan en países en vías de desarrollo y que viven por debajo del umbral de la pobreza son mujeres
Algunos lugares, como África, se ven más vulnerables a los efectos devastadores del cambio climático que otros debido a que el continente africano depende, en parte, de la agricultura. Está demostrado que los aumentos de la temperatura y la escasez de lluvias están asociadas con el cambio climático y supondrán una reducción significante en la producción agrícola y un aumento en la demanda de tierras y agua para compensar los estreses del clima. El grado en que el cambio climático afecte a la agricultura de una región dependerá de varios factores humanos pero también de qué tanto dependa ese lugar de los recursos naturales. Es importante que las consecuencias del cambio climático no conduzcan a sectores de comunidades ya marginados a una mayor privación.
El Niño y La Niña
Este mes de diciembre se concluyó en un estudio que analizaba los últimos 50 años de eventos de El Niño y La Niña que el Océano Pacífico ha experimentado las situaciones más fuertes desde la revolución industrial. Los efectos del cambio climático contribuyen a que fenómenos como el calentamiento del Pacífico oriental aumenten y regiones en situación de vulnerabilidad se vean más afectadas. Para el sur de África se espera que la productividad disminuya entre un 20 y un 50% en los años más extremos de El Niño y La Niña. Esto significará un aumento en la demanda de comida y en la inestabilidad de la seguridad alimentaria, que durante el último siglo ha ido incrementando notablemente. Por ejemplo, en la África subsahariana el valor agregado de la agricultura subió un 2,3% por año en la década de los ochentas y a partir del 2000 un 3,8%.
Desigualdad de oportunidades
Asegurar que en un país todas las personas tengan acceso físico y económico a una dieta balanceada, segura y suficiente es todo un reto. No solo lo supone en regiones como África, también sucede en regiones más desarrolladas. La gran diferencia reside en la gravedad de los impactos del cambio climático en la región y en la proporción de población que se verá afectada. En general, son las mujeres y lxs niñxs lxs que se ven más afectadxs y vulnerables a los problemas nutricionales.
El 50% de las mujeres y lxs niñxs en países en vía de desarrollo padecen anemia debido a distintos problemas físicos, sociales, económicos, de género y culturales.
El cambio climático afecta a la salud de las personas a través de distintas maneras. Desde peligros directos como olas de calor, inundaciones y tormentas hasta vías más complejas como patrones de enfermedades infecciosas alteradas, alteraciones de los ecosistemas agrícolas y otros ecosistemas de apoyo, el desplazamiento de la población y conflictos por recursos agotados como agua, tierras fértiles y pesquerías. Las mujeres, lxs niñxs y las personas con pocas oportunidades socioeconómicas sufren, en comparación con demás personas, un mayor riesgo de ansiedad y trastornos mentales después de un desastre natural.
Lxs trabajadorxs locales de la salud en regiones que sufren escasez del agua, informan que hay tendencias crecientes de problemas ginecológicos debido al uso no higiénico del agua.
Las mujeres no solo tienen menos acceso a todos estos recursos sino que en especial tienen menos acceso a la economía, a la comida y a los servicios médicos (entre otras muchas desigualdades) en relación a los hombres. Un estudio de desastres naturales en 141 países
dio evidencia para demostrar que las muertes por desastres naturales están directamente relacionadas con los derechos económicos y sociales de las mujeres. Las mujeres y lxs niñxs tienen 14 veces más probabilidades de morir que los hombres durante un desastre. Esto se comprueba en casos como el ciclón de 1991 en Bangladesh: mató a 140,000 personas de las cuales el 90% de las víctimas fueron mujeres.
Epidemias
Otro factor importante a considerar cuando hablamos de la poca accesibilidad de las mujeres a los servicios médicos es de los brotes de epidemias e insectos en los países: estos podrían aumentar debido a los cambios en el clima. En muchas regiones se están desatando nuevas epidemias debido a que el acceso al agua potable está siendo cada vez más reducido y las condiciones en las que se encuentra suelen ser deplorables. En Bangladesh y la región oriental de la India, por ejemplo, la contaminación por arsénico del agua subterránea es muy alta y las inundaciones intensifican la tasa de exposición a las enfermedades entre la población rural y otros grupos socioeconómicamente desfavorecidos.
Casi el 90% de la carga de la enfermedad diarreica se atribuye a la falta de acceso al agua potable y al saneamiento y se espera que la reducción en la disponibilidad y confiabilidad de los suministros de agua dulce amplifique este peligro.
El aumento de las temperaturas favorece la transmisión de enfermedades como la malaria en algunas localidades, hecho que actualmente causa 300 millones de enfermedades agudas y mata a casi 1 millón de personas cada año. Las mujeres embarazadas son especialmente vulnerables a la malaria puesto que sus temperaturas corporales las hacen más ‘atractivas’ para los mosquitos portadores de malaria. La malaria materna aumenta el riesgo de aborto espontáneo, parto prematuro, muerte fetal y bajo peso al nacer. En la África Oriental el papel de la variabilidad del clima ha jugado un papel importante en el inicio de las epidemias de malaria. Ha habido un aumento significante en brotes de esta enfermedad y las mujeres, como tienen menos acceso a los servicios médicos, se han visto claramente más vulnerables.
Sequías
El calentamiento global es un fenómeno que va en aumento y sus efectos se perciben, en su mayoría, dentro del ciclo hidrológico. Científicxs pronostican cada vez más periodos de sequías e inundaciones prolongados, una aceleración en la fusión de los glaciares y cambios drásticos en los patrones de precipitación y nieve. En lugares como los Andes y el Himalaya los glaciares están desapareciendo y se llevan con ellos la fuente de agua potable y riego para miles de personas que habitan en aldeas dependientes de los recursos naturales de estas regiones. De hecho, derivado de las inundaciones, sequías y otros desastres naturales relacionados con el clima, 20 millones de personas en el mundo se han visto obligadas a abandonar sus hogares desde 2008.
Fuente: ONU Mujeres
En muchos de los países en vía de desarrollo se les encarga a las niñas y las mujeres responsables de la recolección de agua y leña. Son ellas las responsables de recolectar, almacenar, proteger y distribuir el agua en sus familias y poblados. Con la deforestación y las amenazas de desertificación derivadas del cambio climático, la cantidad de recursos que estas niñas y mujeres encuentren para llevar a sus casas va a reducir; mientras el tiempo de búsqueda de estos recursos va a aumentar. Si aumenta el tiempo que invierten en estas tareas, su capacidad para atender a un programa escolarizado, a un trabajo remunerado o cumplir con las horas de descanso necesarias se pone en riesgo. Una familia de cinco integrantes necesitará 100 litros de agua cada día para poder satisfacer sus necesidades mínimas. Esto significa que, en países que sufren de sequías derivadas del calentamiento global y donde las mujeres y niñas son las encargadas de conseguir el agua para sus familias, sufrirán un aumento en tiempo y recursos empleados para satisfacer estas necesidades básicas. A veces, tendrán que desplazarse hasta más de 40 km diarios para poder conseguir agua que encontrarán, en ocasiones, con pocas condiciones salubres. Durante épocas de sequía en zonas rurales de la India y África, el 30% o más de la ingesta diaria de energía de una mujer se gasta en buscar agua. Normalmente también son las mujeres las encargadas de cocinar, los trabajos de cuidados de la casa y la família y recoger leña, lo que aumenta sus cargas de trabajo diarias.
“Casi la mitad de todos los residentes urbanos en África, Asia y América Latina ya son víctimas de enfermedades asociadas con las malas instalaciones de agua y saneamiento”. (OMS y UNICEF, 2006)
Según un estudio de los recursos hidráulicos y la salud de las mujeres en Ghana, las mujeres que habitan bajo normas tradicionales –normalmente impuestas y derivadas de estereotipos y roles de género– se ven especialmente vulnerables durante las épocas de sequía porque priorizan a sus maridos, asegurándose que ellos satisfazcan sus necesidades básicas de hidratación y nutrición antes que las propias. Un estudio sobre el manejo de las sequías en Ninh Thuan (Vietnam) demostró que el 64% de las personas que respondieron afirmaron que durante los desastres naturales las mujeres sufren mayores impactos que los hombres y el 74% respondió que las mujeres se ven aún más afectadas que los hombres por las sequías en específico, debido a las diferentes necesidades entorno al agua.
En áreas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, la sequía ya representa una seria amenaza para el bienestar y la salud de las poblaciones locales. Los períodos prolongados de sequía están relacionados no solo con la escasez de agua y la inseguridad alimentaria, sino también con un mayor riesgo de incendios, una menor disponibilidad de combustible, conflictos, migración, acceso limitado a la atención médica y una mayor pobreza. Pocos estudios están disponibles sobre las consecuencias de las sequías para la salud humana, pero todos apuntan a diferentes impactos en hombres y mujeres.
"Esto es lo que hago siempre tres veces al día… Tengo que ir a buscar agua para nuestro consumo, pero también para las cabras y las ovejas, ya que están demasiado débiles para caminar"
–Paulina Epung’u
Madre de siete hijos en el distrito de Turkana, Kenya, azotado por la sequía
Migrantes ambientales
El medio ambiente ha fungido siempre como promotor de la migración en la mayoría de las especies animales. Hay personas que huyen a otras regiones para poder sobrevivir en desastres naturales y existen diversos desplazamientos de comunidades dados por condiciones medioambientales difíciles y deterioradas, en búsqueda de oportunidades en otras partes. El cambio climático exarcebará los desastres naturales repentinos y latentes y degradará de forma paulatina las condiciones medioambientales del planeta. La pérdida de los recursos naturales debido a condiciones climáticas (como el agua, leña y las tierras fértiles), el incremento de temperatur, lluvias y el nivel del mar, dados por el calentamiento global y las sequías son otras de las razones por las que las personas necesitan a migrar de una región a otra.
Según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) el 80% de lxs refugiadxs del mundo son mujeres y niñxs. La migración de poblaciones debida a los cambios extremos en el clima y el incremento de los desastres naturales podría interrumpir y limitar las oportunidades de estos colectivos para acceder a la educación. Es importante destacar que desde la ciencia y la sociología ya hablamos del concepto de migrantes ambientales.
Inundaciones y roles de género
El incremento paulatino de la temperatura está contribuyendo al aumento de los niveles del mar y las precipitaciones se están volviendo más variables e intensas en muchas regiones, lo que puede aumentar los riesgos de inundación y multiplicar los riesgos para la salud asociados con los hechos. Se espera que los patrones cambiantes de lluvia, el aumento de las tasas de evaporación y el derretimiento de los glaciares, y el crecimiento demográfico y económico aumenten el número de personas que viven en cuencas hídricas con escasez de agua de alrededor de 1.500 millones en 1990 a 3-6 mil millones para 2050.
Un informe sobre los efectos del cambio climático en la salud en el Reino Unido mostró que la información relacionada con la edad y el género sobre las muertes por las inundaciones es incompleta. Sin embargo, las revisiones publicadas han demostrado que los hombres corren un riesgo mucho mayor de ahogamiento que las mujeres, probablemente debido a una conducta más arriesgada o "heroica". Los roles de género cobran un papel muy importante en cuanto a la supervivencia de las personas frente a las inundaciones y demás desastres naturales que se enfrentan las distintas regiones del mundo. Desde la tradicionalidad, a la mujer se le ha asignado el trabajo de cuidados de la familia y al ganado, administrar y cocinar elementos y de recolectar agua potable. Cuando existen alertas por desastres naturales, a las mujeres –en algunos países– se les impide abandonar sus hogares hasta que una ‘autoridad masculina’ les otorgue permiso o les ayude a irse. Esto implica que se queden esperando en sus hogares inclusive cuando esto significaría un peligro grave para ellas. Al mismo tiempo, en algunos países –especialmente en latinoamérica– existen unas expectativas muy altas del “heroísmo masculino” que los hombres deben adoptar, lo que influye de manera directa en las respuestas individuales al desastre natural que toman algunos hombres, poniéndose en extremo peligro –e inclusive causando su propia muerte– porque se les requiere actuar con valentía. La masculinidad tóxica frente a los desastres naturales fuerza a los hombres a patrones de conducta muy riesgosos.
Agentes de cambio
Gallach fue Secretaria General Adjunta de las Naciones Unidas para Comunicación e Información Pública entre 2014 y 2017.
Gallach: "La lucha feminista y la lucha contra el cambio climático son dos caras de una misma moneda. Por una parte porque las mujeres sufren de una manera desproporcionada el cambio climático y por otra porque ellas movilizan proporcionamente más energía cuando se las incorpora a la lucha para frenarlo"
Las mujeres no son solo las principales víctimas del cambio climático, sino que sus acciones las convierten en poderosos agentes de cambio y sus liderazgos son cruciales para combatir la emergencia climática. En los últimos años cada vez hay más registro de mujeres que luchan por el clima, como la secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático, Patricia Espinosa; la ministra española para la Transición Ecológica, Teresa Ribera; la exministra francesa Ségolène Royal; la que fuera presidenta de Irlanda, Mary Robinson; o Anne Hidalgo, desde su puesto de presidenta de C40, y con sus políticas de sostenibilidad para París; la Red de Centroamericana de Mujeres Rurales, Indígenas y Campesinas; o la Confederación Nacional de Mujeres Indígenas de Bolivia (CNAMIB) quienes en los recientes incendios forestales de Bolivia, se sumaron a la larga lista de personas voluntarias que trabajaron como bomberas voluntarias para apagar los fuegos de la región. Carolina Schmidt, ministra de Medio Ambiente de Chile, fue designada como presidenta de la COP25 (la conferencia anual sobre cambio climático de la ONU) el pasado 21 de enero del 2019 y la danes Inger Andersen fue nominada como directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (lugar que hasta la fecha nunca había sido ocupado por una mujer antes). Estos recientes nombramientos demuestran un pequeño inicio del cambio hacia la inclusión de la mujer en decisiones relacionadas con el Medio Ambiente, sin embargo el camino para la paridad en la toma de decisiones y el liderazgo de las mujeres en los movimientos que combaten contra la emergencia climática aún es un largo camino para recorrer. En algunos medios hablan de este cambio como la transición energética inclusiva.
En la India, en zonas en las que las mujeres lideran consejos locales el número de proyectos relacionados con el agua potable es un 62% mayor que en zonas donde el poder está en manos de hombres, según las Naciones Unidas.
Aún queda mucho por hacer
Para seguir potencializando esta transición hacia la igualdad y continuar haciéndole frente a la emergencia climática, sería deseable que las mujeres pudiesen acceder de manera equitativa al conocimiento, a los recursos y la tecnología necesaria para afrontar de forma favorable los efectos adversos del calentamiento global. Las medidas políticas deberían orientarse en dar más oportunidades a las mujeres de cooperar en la búsqueda de soluciones sostenibles en lugar de focalizar los esfuerzos en la paliar los daños producidos por catástrofes naturales.
Las grandes corporaciones de combustibles fósiles, las principales culpables de la situación de emergencia climática deberían empezar a replantear un cambio estructural en las formas de producción de energía para hacerla renovable en lugar de focalizar las soluciones a la emergencia a las acciones individuales. Jamie Margolin, activista del cambio climático colombo-americana y fundadora de la Zero Hour, denuncia en sus redes sociales que las acciones individuales como el reciclaje, el consumo responsable, la firma de peticiones una dieta vegana y el apoyo a proyectos locales es importante; sin embargo son “herramientas de las grandes empresas de combustibles fósiles para culpar a lxs individualxs de la crisis climática” y aunque son acciones importantes que no deberíamos dejar de hacer y cualquier acción para combatir la emergencia es necesaria, Margolin argumenta que “el mundo no va a ser salvado por pequeñas acciones a nivel individual, se requiere un cambio en el sistema”. Jamie sugiere que la industria de los combustibles fósiles nos bombardea de forma constante con mensajes sobre cómo, a nivel individual, podemos combatir la emergencia. Sin embargo, la responsabilidad cae en estas mismas corporaciones, culpables en su mayoría del calentamiento global, “que nos acusan de no ser lo suficientemente ecológicxs como parte del esquema de las relaciones públicas defectuosas de estas industrias” quienes no están asumiendo suficiente responsabilidad ante la crisis y siguen contaminando de forma masiva. El cambio debe ser a nivel de producción, de sistema y de distribución de los roles de liderazgo asignados a las mujeres y a los hombres.
Jamie Margolin: “El cambio climático es un problema creado por el hombre, lo que explica por qué las mujeres deberían estar en el poder”
A nivel colectivo cabe generar estrategias de lucha contra el cambio climático con una perspectiva de género e incluir los principios de la equidad de género en las negociaciones internacionales sobre el cambio climático. Es importante que desde los gobiernos nos aseguren que las mujeres y disidencias se involucran en la lucha contra la actual crisis ambiental y que se invierta en estudios de género entorno al cambio climático. Es fundamental que los gobiernos desarrollen estrategias que garanticen el acceso de las mujeres a los recursos naturales y que creen oportunidades de educación y entrenamiento sobre el cambio climático proporcionando medidas de creación y transferencia de tecnologías necesarias para el estudio y la cooperación. La lucha autoorganizada, sin embargo, siempre es mucho más efectiva que la que nace desde las instituciones debido a que las acciones son mucho más espontáneas y no existe un control de lideraje por lo que el diálogo y la escucha a todas las opiniones posibles queda abierto. Cabe recalcar que la transformación no debe venir solo de las organizaciones y las instituciones y gobiernos, sino que desde la concientización social y cultural entorno a la emergencia climática y los roles de género y el empoderamiento de las mujeres en los discursos públicos y privados entorno a la temática. Ya lo decía Linnéa Engström en la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC) de 2012: “Necesitamos una transición justa desde una economía basada en los combustibles fósiles a una economía verde basada en las energías renovables. Pero esto no será una transformación tecnológica que haga que todo siga igual, sino que una transformación económica y social que, entre otras cosas, debe empoderar a las mujeres”.
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