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Writer's pictureMarta Tiana

La artesanía mexicana: una aportación de cultura y diversidad al país

Si por algo se caracteriza México, es por su amplia y larga historia en la manutención de su cultura, sus raíces y sus costumbres. Desde tiempos antiguos, el arte de la alfarería, la cestería, el vidriado y esmaltado, la trama de los textiles, la laca, la plumaria, el arte en hueso y el trabajo con cobre han formado parte de lo que hoy, cotidianamente, conocemos como artesanías mexicanas. Sin embargo, este arte nacional, tiene un inicio en la época prehispánica. Según el historiador y autor de la obra Tula y los toltecas (1941), Wigberto Jiménez Moreno, el aprendizaje del entrecruzamiento de fibras dio como resultado el nacimiento de la cestería –una de las artesanías más primitivas de México–. De hecho, la podemos encontrar por toda la república. Agregaba que tal vez, el hecho de dejar un cesto en un sitio lodoso, cercano a una hoguera –y por el efecto del calor– coció el barro, enseñando así al hombre primitivo el camino de la alfarería.


Alfarero en Taxco, Guerrero, México


Después de la colonización, los grupos humanos asentados en partes colindantes con otras aldeas, fueron estableciendo rutas de comercio para un mejor intercambio de productos entre masas. Fue gracias a la agricultura que, aquellos grupos menos avanzados tecnológicamente, obtuvieron nuevas herramientas que les facilitaron situaciones como la recolecta de cosechas, la decoración de las casas y ornamentos de vestimenta. Si bien al inicio, este arte era visto tan solo como una vía hacia la evolución, hoy en día tiene el efecto contrario; gracias a la artesanía es que los ideales y los inventos más primitivos son conocidos por las sociedades cosmopolitas y más desarrolladas.


Vendedor de cestería en Coyoacán, Ciudad de México, México


Según Concepción Moreno, una periodista de arte y cultura de El Economista, México tan solo representa el 1% del globo terráqueo, pero el 10% de las especies animales y vegetales del mundo se encuentran en el país. Dice que es un lugar afortunado que merece un cuidado especial y una interacción muy amable entre el ser humano y su ambiente. Menciona que quienes saben mejor de esa relación son lxs artesanxs, ya que, por lo general, han convivido con el ecosistema muy seguido al momento de tomar materiales de la naturaleza para crear obras exquisitas que, al mismo tiempo, son útiles para la vida cotidiana.



Asimismo, la artesanía ha servido como un pacto de paz entre pueblos ya que ha ayudado a la unión de todos los personajes de un conflicto para la supervivencia con su entorno y el aprovechamiento máximo de los recursos. Justo ésa, es la definición de bioartesanía – y según la Asociación de Amigos del Museo de Arte Popular– un tipo de artesanía que surge en la época prehispánica pero que no se reconoce como concepto hasta este siglo.

Con el transcurso de los años, los estilos de arte prehispánicos han ido abriendo sus puertas a nuevos estilos; de hecho, no es solamente la artesanía tradicional aquella que encontramos por México: la industria se ha ido modernizando a tal grado que en los mercados de artesanías encontramos desde vendedores rastafaris a artesanos de metal.


Blanca Guerrero, artesana de joyería metálica en Coyoacán, Ciudad de México, México


Blanca Guerrero es una artesana que se dedica a la bisutería desde hace más de veinte años. Me cuenta que Coyoacán ha cambiado mucho desde ese entonces. Ella creció en Coyoacán. Sus artesanías las fundó su abuela, Griselda, quien vendía en el centro. Tiene una hija y le está enseñando el mismo arte para que pueda tener su puesto algún día. Guerrero me explica que no le gusta la forma en la que se ha transformado el barrio; dice que ya perdió su “tradicionalidad” y que hay “mucha gente rara”. Menciona dentro de estos grupos de personas a los “rastafaris” y “a los de los piercings”. Así que decido adentrarme a otro mercado de artesanías de Coyoacán, “El mercado del artesano”, para entrevistar a Saúl Sahid que forma parte de uno de estos grupos “excluidos” por Blanca.


Bisutería metálica hecha por Blanca Guerrero, Coyoacán, Ciudad de México, México


Saúl Sahid tiene 64 años y también vive en Coyoacán. No lleva tantos años como Blanca en la colonia, ya que él ha viajado mucho durante toda su vida. Me cuenta, que por los años ochenta, vivía en Veracruz, y menciona que fue de los primeros lugares en adoptar el movimiento rastafari. Manifiesta que nunca ha sido una cultura muy bien integrada a la sociedad mexicana debido al conservadurismo que se encuentra en el país. También me enseña fotos de él en su juventud fumando en las calles del centro de la Ciudad de México. Terminamos la entrevista con la historia de la chamarra que se aprecia en la esquina izquierda superior de la imagen de su tenderete: se la regaló su novia, cuando él tenía 21 años y a esa novia ‘la quiso mucho’. Después de quedarse sin recursos por motivos personales –es así como lo sugiere–, decide montar su parada de artesanía en Coyoacán, barrio que siempre ha amado y vender la chamarra que le regalaron para poder tener un dinero extra.


Saúl Sahid, artesano, Coyoacán, Ciudad de México, México


Aunque bien es cierto que la forma de artesanía ha cambiado mucho en México, la cultura del país se preserva; sigue habiendo mucho mucha venta de producto hecho a mano con relación directa con México. Uno de los objetos más famosos, antiguos y con más valor cultural que el sector artesano sigue reproduciendo y vendiendo, es la representación del Árbol de la Vida. Éste, es normalmente una escultura de barro originaria de Metepec, Estado de México. Y en el mismo, se representan imágenes del periodo colonial temprano para mostrar la historia de la creación según lo dicta el libro sagrado: La Biblia. Laescultura representa la tradición y la espiritualidad de México. Se necesita mucha habilidad para hacer uno, y que contiene muchos detalles y mucha creatividad en el diseño. “Históricamente, y por muchos años, los árboles describían la divina creación y diversos pasajes bíblicos exclusivamente, en la actualidad, los árboles son espejo de la imaginación del artesano, de sus creencias religiosas y costumbres” (Janna Alcaraz, 2014)


Artesana de cerámica, sombreros y telas, la Peña de Bernal, Querétaro, México


Una de las cosas que los pequeños detalles del Árbol de la Vida nos relatan, es la forma en la que, con la llegada de los españoles, evangelizaron a muchos indígenas que vivían en el país y cómo difundieron las creencias cristianas a través del arte. Sin embargo, ésta forma de dispersar ideas, no es algo tan lejano; todxs lxs artistas representan sus ideologías y creencias en sus obras.


Parte de una escultura del árbol de la vida, Mercado de San Ángel, Ciudad de México, México


Como he mencionado antes, México es uno de los países más ricos en cultura propia, pues su historia la protagonizan el patriotismo, la libertad y la época prehispánica. De la misma forma que en la artesanía encontramos contrastes brutales en cuanto a estilos y materiales, si nos fijamos en los artesanxs como personas, también las hay. ¡Y eso es lo más rico del país! El hecho de convivir en una sociedad en la cual estamos rodeados de diversidad cultural y artística –y en este caso, artesanal– favorece tanto al estudio histórico-cultural del país como a una posible apertura en pensamiento y libertad que no existía tiempos atrás.


Artesana, la Peña de Bernal, Querétaro, México



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