La higiene y salud menstrual aún suponen un reto para muchas de las personas menstruantes alrededor del mundo.
La salud sexual y menstrual de las personas se reivindica el 28 de mayo, en el marco del Día Internacional de la Higiene Menstrual. Personas menstruantes alrededor del mundo viven sus menstruaciones en situación de riesgo. Esto es debido a la desigualdad de género, las normas sociales discriminatorias, los tabúes culturales, las situaciones de pobreza y la falta de servicios básicos de salud; junto a también la falta de un programa de Educación Sexual Integral, la poca inversión y investigación sobre la salud menstrual y los impuestos sobre los productos de recolección.
Todo esto tiene impactos negativos de largo alcance en la vida y la integridad de quienes menstrúan: en algunos países se restringe su movilidad, libertad y opciones; afectando la asistencia y participación en la vida escolar y comunitaria, comprometiendo su seguridad e integridad y causando situaciones de estrés y ansiedad. Estos desafíos son particularmente graves para las niñas y mujeres en crisis humanitarias.
El significado de la menstruación varía substancialmente entre todas las culturas, religiones y grupos del mundo. Por ejemplo, para los Cheroqui la menstruación es considerada sagrada y poderosa. Sin embargo, en la mayoría de los países del mundo tener la regla es considerado algo sucio, impuro y tabú.
En países como el Nepal o la India las adolescentes enfrentan estigma, acoso y exclusión social durante la menstruación; en 2018 se calculaba que anualmente 323 millones de niñas se ven forzadas a abandonar sus estudios cuando les viene la regla por primera vez. En muchas religiones, se prohibe la entrada a los templos a personas menstruantes, así como también se les veda de participar en ceremonias religiosas o incluso son anuladas del sexo y la masturbación.
El acceso a los productos menstruales y a la educación e información menstrual varía también en función de los países y las regiones. En los países más desarrollados los productos para la regla son de fácil acceso y como norma general, se conoce acerca de la menstruación. Sin embargo, el acceso a recursos sanitarios y de higiene aún supone un reto para muchas personas menstruantes alrededor del globo. Durante 2016 un estudio de Unicef recogió que 335 millones de niñas que fueron a escuelas sin agua ni jabón disponibles. Se sabe que este es un desafío muy grande en algunas comunidades asiáticas y africanas pero también es un problema en algunas partes de Canadá. Además, algunas escuelas de regiones muy aisladas, no existen espacios disponibles para que las personas menstruantes cambien sus productos de recolección, lo significa que no podrán asistir a la escuela mientras menstrúan.
Además, muchos países tienen la “tasa tampón” en todos los productos de recolección y esto supone un impedimento para las personas que se encuentran en situaciones precarias.
La “tasa tampón” es el término popular empleado para reivindicar que tanto los tampones, las compresas y otros productos de recolección; productos básicos para la higiene y salud menstrual, son sujetos a tasas superiores a las esperadas para los artículos esenciales. En algunos países, incluso, los productos de recolección son declarados como productos de lujo y ante la ley, llevan los mismos impuestos que otros artículos como el tabaco o el alcohol. Esto supone una gran problemática porque en aquellos países que las personas menstruantes no pueden tener acceso a estos productos por motivos económicos terminan usando trapos, pedazos de tela y otros materiales insalubres para evitar “manchar” sus ropas y ser avergonzadas socialmente debido al tabú que existe sobre el tema.
En cuanto a la reivindicación ecológica, la Fundación para la Prevención de Residuos y el Consumo Responsable ha alertado hoy que una persona menstruante pasa, a lo largo de su vida, unas 57.600 horas en contacto con productos menstruales de un solo uso como los tampones y compresas, lo que supone una cifra alarmante ya que estos productos (hechos básicamente con plásticos) presentan químicos tóxicos como cloro o aditivos petroquímicos. Esta situación ha sido silenciada debido al gran tabú que existe sobre la regla. Además, estos productos también tienen un efecto sobre el medioambiente, ya que por ejemplo, una compresa convencional tardará 500 años en descomponerse. Ante esta situación hoy se reivindica el uso de productos menstruantes reutilizables como las compresas de ropa o la copa menstrual y se llama a las organizaciones mundiales a adoptar nuevas estrategias normativas y legales en relación a los productos menstruales de un solo uso.
Por todo ello, en el marco del Día Internacional de la Higiene Menstrual se reivindica la necesidad de tener productos seguros, salubres, accesibles, ecológicos y baratos. También se reivindica la necesidad de un Programa de Educación Sexual Integral en las escuelas, donde mediante la educación sexual se normalice la menstruación y con ello, se erradiquen las creencias, los mitos y los tabúes que restringen la libertad de las personas menstruantes. Un mismo programa de salud menstrual intersectorial que no sólo facilite recursos y accesibilidad a las personas menstruantes pero que también facilite el acceso a la información antes de la primera regla y a todos los demás géneros. Porque sí, las personas NO menstruantes también forman una parte imprescindible de esta cadena y sólo en conjunto será posible rebatir esta problemática. Los hombres transgénero y las personas no binarias que menstrúan, a menudo sufren discriminación debido a que su identidad de género les impide acceder a los materiales e instalaciones que necesitan.
Asegurarnos que todas las personas menstruantes del globo tienen salud menstrual es asegurarnos que los derechos sexuales y de salud se cumplen; es hacer que más niñas puedan tener acceso a la educación; es promover los derechos humanos; es mejorar la salud de las personas; potenciar el desarrollo económico y sobre todo, significa un paso más para la igualdad de género.
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