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Writer's pictureMarta Tiana

5 propuestas ecofeministas para luchar contra el cambio climático

Los impactos del cambio climático afectan el día a día de todas las personas de todo el mundo en sus trabajos; sus barrios; en sus casas; en el acceso al agua potable y la comida; en la nutrición; los derechos humanos fundamentales y la igualdad de género.


Este artículo listado recoge cinco propuestas ecofeministas para mitigar la crisis climática y ambiental. Porque el tiempo se acorta y cada vez es más urgente detener la pérdida de biodiversidad y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Ante el ecocidio, las soluciones serán ecofeministas, o no serán.


1. Eat pussy, not animals


Las primeras sufragistas no comían animales. El veganismo / vegeterianismo y los feminismos van de la mano desde los inicios de sus tiempos. Los primeros restaurantes vegetarianos eran los espacios donde se reunían feministas –como Anna Kingsford (1846-1888) o Gertrude Colmore (1855-1926)–; mujeres que lucharon por el derecho a voto a la vez que por los derechos animales. Hay una larga lista de feministas que optan (y optaron) por no comer carne porque para ellas, es una práctica directamente ligada al sistema patriarcal.

Pioneras del Brown Dog Affair en protesta contra la vivisección, Londres 1910

En todo el mundo y desde hace décadas, las mujeres han combatido contra las relaciones sociales de dominación. Así, el ecofeminismo vegano defiende que utilizar los animales para producir alimento; vestimenta; cosméticos o algún otro producto capitalizable es, en sí, un maltrato a la vida natural, animal y ecológica. Aunque existen distintos tipos de feminismo y por ello hablamos de feminismos, por lo general todos coinciden en describir el patriarcado como uno de los sistemas más antiguos de opresión que se sustenta no solo política, social, cultural y económicamente sino que también de manera simbólica, a través de una serie de violencias más subtiles (y a veces, invisibles) y que afectan a todas las personas en diferentes grados, en función de sus privilegios y/o opresiones. El ecofeminismo vegetariano, entonces, concibe a los animales como víctimas de esta dominación humana y por ello, defiende que todos los tipos de opresión están vinculados y deben ser erradicados (poniéndole énfasis en incluir la dominación de los humanos sobre los animales, por supuesto).


Como las feministas que optaron por un menú veggie, (véase aquí una lista bastante completa), Gertrude Colmore luchó contra cualquier sufrimiento animal y/o humano provocado directamente por otros humanos en un acto de crueldad y dentro del sistema de dominación. Puesto que los animales no están reconocidos jurídicamente –es decir, no tienen personalidad jurídica porque, evidentemente no pueden contraer obligaciones, duh– sus derechos no están recogidos bajo ningún texto jurídico o marco normativo que sirva como base para legislar y por ende, protegerlos.


Gertrude Colmore, en la portada de Suffragette Sally

El problema general, pero, no se encuentra en la falta de concientización sobre la vida animal –y sobre el gran impacto que causa la indústria cárnica en el medio ambiente, el 14,5% de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero–, sino que en general nadie se pone de acuerdo sobre el cómo hacerlo. En España (comunidad de Canarias) existe el Código de Protección y Bienestar Animal, publicado durante el 2020, donde se establece (y cito): “No existe un consenso sobre los límites existentes entre la normativa que puede considerarse específica de estas materias y la que pertenece a otros ámbitos relacionados y cercanos, tales como la sanidad animal o la protección del medio ambiente.” En realidad habla más sobre respetar las palomas mensajeras que de proteger a los cerditos.


2. Más educación para las niñas


Una buena educación en términos eco-sociales favorece el nivel de concientización de las sociedades sobre los riesgos y el impacto de la crisis climática. Pero bien es sabido que a las niñas se les sigue negando el acceso a la educación. Como advierte la UNESCO: en la enseñanza primaria hay 4 millones menos de niños que de niñas sin escolarizar. Según el proyecto ambientalista Project Drawdown, a medida que las mujeres y las niñas se educan, los ratios de fertilidad caen (llámenlo educación sexual integral, pero también llámenlo libertad de elección y poder del conocimiento) y por ello, la población mundial también recae. Y debido a que son los humanos los autores de la crisis climática y ecológica: cuanta más gente, menos ambiente. Según la ONU, si los datos demográficos crecen de manera desproporcionada, cada vez se requerirá ocupar más espacios; explotar más recursos; producir más alimentos; consumir más agua; más contaminación; utilizar más energía y emitir más gases de efecto invernadero.

Activistas de ExtinctionRebellion en una marcha; Greta Thumberg al centro

Gertrude Colmore, por ejemplo, –autora feminista reconocida mundialmente no solo por su literatura sinó que también por ser fiel amante de los perros– decía que "cuando antes recibas el sufragio femenino, antes tendrás éxito de emancipar a los perros de la crueldad". Y me permito escribir que de entre las frases de las académicas ecofeministas que he encontrado, esta es la que para mí, describe a la perfección el vínculo del ecologismo con el feminismo. Vamos a ver: si el feminismo defiende la idea radical que las mujeres son personas –como bien anotó Angela Davis– y a demás, en número, representan la mitad de la población: cuantos más derechos tengan, más podrán contribuir a la lucha climática y ambiental. Suena lógico, ¿no?


La Organización Mundial de la Salud en un análisis sobre las dimensiones sociales del cambio climático asegura que educar a las niñas y las mujeres es fundamental para reducir la crisis ambiental. La premisa se sostiene en que las personas (todas) somos los agentes activos y pasivos de los efectos del cambio climático: no solo sufrimos las consecuencias de él –y por tanto somos a la vez víctimas de fenómenos como las subidas del nivel del mar o de temperaturas, plagas, pandemias...–, sino que a demás somos sus creadorxs –sin humanxs no habría contaminación, deforestación, deshielo de glaciares, etc–; por ende, tenemos el poder de mitigarlo.


La humanidad se enfronta a dos grandes retos ambientales: mitigar el impacto de la crisis climática –de la qual ya sufrimos sus consecuencias– y promover un desarrollo sostenible –del que tantas empresas ahora suelen presumir–. La educación y la igualdad de género, entonces, son piezas clave para alcanzar estos dos objetivos a largo plazo.


3. Proteger los pueblos indígenas


Por las zonas geopolíticas donde se encuentran las comunidades indígenas y tribales alrededor del mundo (la mayoría entre África Central, la India, las Amazonas y parte de América del Sur y Oceanía), los efectos de la emergencia climática –como las sequías; subidas del nivel del mar; tsunamis; sismos...– pueden llegar a ser tan devastadores como para eliminar comunidades indígenas enteras. Y ante la extrema vulnerabilidad de estos pueblos frente al cambio climático, tienden a migrar. Un tipo de migración que suele "conducir a la pérdida de sus conocimientos tradicionales" como sus actividades económicas, sociales y culturales. Conocimientos esenciales para que la lucha contra el cambio climático sea exitosa.

Activistas del movimiento Chipko/Chipko Andolan, de conservación forestal en la India

Según un informe de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT), los pueblos indígenas representan el 15% de la población pobre del mundo, aunque se estima que representan alrededor del 5% de la población mundial. El informe recoge los principales riesgos que enfrentan las comunidades indígenas y tribales frente a las consecuencias devastadoras de la crisis ambiental y los describe como principales contribuyentes a la lucha contra el cambio climático, a través de sus cosmovisiones, culturas y tradiciones. El movimiento pacífico Chipko, por ejemplo, está formado fundamentalmente por campesinas, indígenas y pequeñas artesanas empobrecidas, que luchan contra la deforestación de la india. En su gran mayoría, las activistas son mujeres y su lucha se centra en conservar, no solo sus actividades principales –muy relacionadas con la naturaleza– sino que también el medio natural y rural en el que viven.


Según las Naciones Unidas no existe una definición universal única de pueblos indígenas y tribales, pero la mayoría de textos que engloban una definición recogen aspectos relacionados con la identidad y/o conciencia de pueblo indígena o tribal dados ciertos criterios establecidos como la descendencia, la conservación de las tradiciones y culturas o la existencia de una identidad colectiva. La OIT, en su informe sobre el cambio climático y los pueblos indígenas, intenta describirlos en la siguiente tabla:

Los pueblos indígenas y el cambio climático: De víctimas a agentes del cambio por medio del trabajo - ISBN 978-92-2-328545-6 (web pdf)
Los pueblos indígenas y el cambio climático: De víctimas a agentes del cambio por medio del trabajo (OIT)

La importancia de estos pueblos no solo radica en sus orígenes –pues son comunidades que ya vivían en los territorios que hoy habitamos mucho antes de la colonización– sino que hasta hoy mantienen sus costumbres y ponen en práctica conocimientos ancestrales (prácticas medicinales, de cultivo, ecológicas...) que enriquecen la cultura global, los conocimientos sobre la tierra y favorecen la diversidad. En el Amazonas, por ejemplo, habitan más de 5 mil comunidades de 390 pueblos indígenas distintos. Y sus principales actividades económicas, políticas y sociales, son, en su gran mayoría, para proteger sus territorios, los bosques y el ecosistema selvático. Hablamos de regiones naturales que fungen como los pulmones del planeta –pues con tan solo los árboles de la Amazonia se contribuye a la absorción del 30% del CO2 de todo el planeta– y cuyos habitantes preservan, veneran y cultivan buscando transmitir al mundo la importancia de estos territorios y las estrategias que ancestralmente han encontrado los pueblos indígenas para cumplir con todos los compromisos internacionales contra el Cambio Climático.


4. Luchar contra la pobreza y las desigualdades


El informe Combatir la desigualdad de las emisiones de carbono, publicado por Oxfam-Intermón, asegura que "El cambio climático está indisolublemente unido a la desigualdad económica: se trata de una crisis impulsada por las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por los ricos, pero que afecta fundamentalmente a los más pobres". Son las personas más privilegiadas del mundo las que más contaminan y las más desfavorecidas las que sufren con mayor gravedad, sus consecuencias. Solo el 1% más rico del mundo produce el doble de las emisiones de carbono en comparación con el 50% más pobre, según la Organización de las Naciones Unidas, y sólo el 5% más rico, –al que la BBC llama la élite contaminante– produjo el 37% del total de las emisiones entre 1990 y 2015.


Se hace un llamamiento, pues, no sólo a cambiar el estilo de vida de las personas más ricas, que usan sus privilegios para mantener el sistema de opresión ecológica, económica y social (y por ello, sus estatus sociales y económicos). La idea es combatir el cambio climático a través de mejoras tecnológicas y de productos eficientes acompañados de acciones drásticas que prioricen la importancia de la equidad en las reducciones de emisiones de CO2 con una perspectiva interseccional (y feminista, siempre).

Porcentaje de emisiones acumuladas entre 1990 y 2015, y uso del presupuesto global de carbono para la meta de los 1,5 °C, vinculado al nivel de consumo de los distintos grupos de ingreso a nivel global
Oxfam-Intermón: vínculo de las emisiones de CO2 con el consumo a nivel global

Pero, ¿qué hace que las personas ricas contaminen más? Pues tienen mayor acceso a volar en avión, moverse en transporte privado, calentar sus casas –que suelen ser de gran tamaño y no tienen problemas de aislamiento–, a conseguir comida y agua de manera rápida y fácil, etc. Se busca concienciar a este sector poblacional y animarlo a un cambio radical en el estilo de vida. Pero el cambio, no pasa solo por las acciones individuales. No cambiaremos al mundo dejando de comprar bolsas de plástico a nivel individual: tendríam que hacerlo todos los países, en especial los que generan mayor riqueza. El cambio en el estilo de vida debe pasar por las naciones enteras. ¿Se han puesto a pensar qué pasaría si países como los Estados Unidos o la China tuviesen regulaciones estrictas –y más ligados a tratados internacionales como los Acuerdos de París, por ejemplo– sobre sus métodos de producción? Un estudio de Women's Center Media asegura que las emisiones anuales de CO2 per capita en los Estados Unidos son 20 veces las emisiones de una sola persona que habita en el Senegal.


Y ¿por qué las personas más pobres se vean más expuestas al impacto de la crisis ambiental? En primer lugar el –ya limitado– acceso a los recursos básicos necesarios (como la alimentación, el agua potable, la sanitización y la educación) se ve alterado por las consecuencias del cambio climático. Y en segundo lugar, hay que recordar que hablamos de personas cuyas realidades ya se ven atravesadas por otras desigualdades. Por ejemplo, un estudio de Climate Action Campaign analizó el vínculo entre la contaminación del aire y el parto prematuro o el bajo peso al nacer y encontraron mayores riesgos para las madres negras.

Protesta ecofeminista

Entre las propuestas para combatir las desigualdades y el cambio climático se encuentran incrementar los impuestos a la riqueza; una mayor inversión pública acompañada de medidas drásticas de acción y prevención contra el cambio climático (desarrollo de infraestructuras, mejorar la eficacia energética, expandir los cuidados y servicios esenciales, etc); establecer objetivos nacionales e internacionales basados en la ciencia, la equidad y la reducción de los gases de efecto invernadero.


Pero no importa cuántas acciones drásticas tomemos para mitigar el impacto del cambio climático si no atacamos la raíz: las eco-feministas optan por implementar el diálogo social en todos los niveles para garantizar que las voces de aquellas personas que trabajan y conviven en las industrias y espacios más afectados (o que por su condición de migrantes o de pueblos indígenas y tribales se enfrentan a mayores riesgos y vulnerabilidad) sean escuchadas, valoradas, estudiadas y apoyadas.


5. Eliminar la brecha ecológica de género


La desigualdad de género traviesa todos los aspectos de la vida, y en la lucha contra el cambio climático también es visible. El 71% de las mujeres británicas intentan vivir de manera más ética en comparación al 59% de los hombres, según este estudio de Mintel Press Team. Por supuesto que hablamos de una zona privilegiada, la Gran Bretaña, por lo que la mayoría de las personas tiene acceso a la energía, agua y alimento, la educación y una mayor igualdad de género. Sin embargo, este estudio enfatiza que las mujeres tienden a cambiar sus hábitos antes que los hombres frente a las devastadoras consecuencias del cambio climático que ya enfrentamos.


Mujer trabajando la tierra con su bebé

Expertxs advierten de una brecha ecológica de género, que pasa por el repartimiento desigual de las tareas de cuidados del hogar y lxs hijxs, hasta por la contribución pública en la lucha contra el cambio climático, cambiando el estilo de vida y los hábitos de consumo. Las mujeres, por ejemplo, representan cerca del 80% de todas las personas veganas del mundo. En la cultura patriarcal (y dominante) las mujeres están a cargo de los cuidados y en general muestran una mayor sensibilidad a la naturaleza y el medio ambiente. Y no es que los hombres no puedan compaginárselo, todo lo contrario, pero las mujeres se sienten más cómodas reconociendo públicamente sus posiciones contra la crueldad animal y la protección de los recursos naturales. Un 75% de lxs miembrxs de los grupos de derechos animales son mujeres y según la ONU, las mujeres tienden a compartir más información sobre el bienestar de la comunidad en términos ecológicos y feministas.


Las mujeres están (estamos) en la cabeza de la lucha contra el cambio climático. Y si se ven excluidas de sus derechos, si no logramos una igualdad real en todos los aspectos, esta lucha deja de tener sentido. Las mujeres forman el 43% de la fuerza laboral agrícola en los países en vias de desarrollo, según la ONU. Y "cuando se les proporciona el mismo acceso a los recursos que los hombres, las mujeres pueden aumentar sus rendimientos agrícolas entre un 20 y un 30%", aumentando la producción agrícola total y contribuyendo a la reducción del hambre en el mundo.


Si bien tenemos personajes femeninos abogando por un mundo más verde en la gran pantalla, como la congresista de los Estados Unidos Alejandra Ocasio Cortes –cuya propuesta para un New Deal está marcando la agenda ambiental–; o la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Arden, que ha estado trabajando duramente para lograr los objetivos del Acuerdo de París; o la voz de la activista sueca Greta Thumberg, que ha provocado el movimiento ambiental juvenil internacional. También hay hombres famosos unidos a la causa como Peter Kalmus, un científico estadounidense que lucha por la protección ambiental a través de hacer predicciones ecológicas; y detrás de todxs ellxs, una enorme lista de mujeres indígenas que encabezan la batalla contra el cambio climático, como la defensora del Amazonas en el Ecuador, Patricia Gualinga.

Patricia Gualinga, Directora de Relaciones Internacionales de Kichwa First People de Sarayaku, Ecuador

Las mujeres se reúnen en todos los lugares del mundo hoy y hace siglos buscando acabar con el ecocidio. Como comentaba al principio de este artículo, antes se reunían en los bares veganos –y ya me las puedo imaginar con sus ensaladas de lentejas y bandanas moradas– pero hoy en día existen diversas iniciativas internacionales hechas por mujeres que buscan reducir la crisis ambiental y económica. Algunos ejemplos son el British Strike, una comunidad internacional que busca no tener hijxs para salvar al planeta; o las que prefieren usar productos menstruales 100% veganos y libres de plásticos, como las copas menstruales o las compresas de tela; o las que se organizan en las calles para protestar en contra de un sistema que abusa de sus cuerpos y espacios naturales; o las que divulgan; enseñan; escriben...


Cabe incluir a las mujeres de manera igualitaria en todos los niveles de acción contra el Cambio Climátco, de lo contrario el movimiento contra el cambio climático per se experimentará una doble crisis: machista y negacionista. Para cambiar el sistema hace falta la disposición de todas sus partes: des de lo individual a lo colectivo, pasando por las personas, las empresas, los gobiernos, las ONG y los altavoces a la gran pantalla. Porque esta lucha, como la mayoría de las luchas sociales, requiere de todos, todas y todes, con perspectiva feminista e interseccional. Reconocer el papel imprescindible de las mujeres en la gobernanza contra el cambio climático implica romper con las desigualdades de género en todos sus niveles, formas y colores.


Así como algunxs lectorxs se habrán ya dado cuenta, muchas de las luchas sociales interseccinan con la lucha ecológica (el feminismo, la lucha LGTBIQA+, el anticapitalismo, el antiracismo, etc). Para concluir esta lista de propuestas, dejo el mapa de la interseccionalidad, una teoría desarrollada por Kimberlé Crenshaw que describe los sistemas de dominación/opresión en el marco patriarcal. Esta académica estadounidense defiende que las categorías de 'género', étnicas, de clase o de orientación sexual son categorías sociales y culturales, lejos de ser naturales o biológicas: están construidas por los humanos y se interrelacionan en todos los ámbitos. Destaco que no entran los derechos animales, pero vale la pena echarle un vistazo. Solo con la reflexión de este mapa se llega a entender algunas actitudes machistas inconscientes y permite alcanzar un mejor nivel de concientización.



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